Cuentan antiguos documentos que pobladores procedentes de tierras asturianas se asentaron en un lugar al noroeste de la provincia de Zamora, para ofrecer lucha y resistencia a los árabes durante la invasión de la península Ibérica.
Asturianos de Sanabria, mi pueblo paterno, se encuentra en una zona de robledales y suaves montañas.
La comarca de Sanabria, históricamente perteneciente al reino de Galicia, es culturalmente y geográficamente, tránsito entre Castilla, Portugal, León y Galicia, y se enclava entre montañas, ríos y un majestuoso lago, patrimonio natural de gran belleza.
Esta zona sin igual ha sabido guardar durante siglos sus tradiciones y modos de vida, que se configuran como sus signos de identidad.
Y hoy, sentado en mi humilde casa de pueblo, recuerdo muchas mañanas de domingo de mi infancia, y pienso en como algunas lunas marcan mi camino sin apenas darse cuenta. Y en la calle la niebla precipita sobre mi cabeza, y durante la noche, una eterna lluvia de estrellas.
Por eso desde aquí y junto al fuego, escribo, mientras pienso en mis antepasados de Asturias, y en una asturiana muy especial, luna serena y enigmática, brillante, preciosa…
Aunque sé que lo que hago, lejos de tener valor literario o poético, no es más que un cúmulo de sentimientos y sueños, de versos inversos e historias repetidas.
Menos de medio año hace que coincidimos junto a la barra de un bar, fruto de la casualidad, del destino, o quién sabe por que…
Cuando aquella noche, aquella luna iluminó a alguien como yo, me di cuenta de que me ofrecía algo que quizás necesitaba hace mucho tiempo. Porque esa luna sabía ver por debajo de mi coraza, y participar de mis miedos, pedirme ayuda o disfrutar de largas conversaciones.
Y yo lo pasaba mal porque le hacían daño, y le escuchaba, y le aconsejaba. Y me sentía triste al no estar a su lado, e intentaba ayudarle, sin esperar nada, porque simplemente compartíamos nuestra amistad.
Y al paso del tiempo sucedió algo bonito, de lo que creo nunca deberíamos arrepentirnos, y me ilusioné, y le escribía versos, y le cantaba canciones aunque no me oía, y soñaba despertarme a tu lado.
En esos días no podía creerme que todo pudiese ser tan bonito, pero aún así, tenía miedo al fracaso; por mi inoportunidad, por mi falta de fortuna, o por mi propia forma de ser, en la que mis miedos lo inundan todo y apenas valoro nada lo propio.
Y es que siempre he pensado que aparecí en este mundo para limpiar vuestras lágrimas, pero mi tristeza es eterna, e intento contagiarme de vuestra sonrisa.
Por eso, lunita, no quisiera que tuvieras en cuenta mis palabras desordenadas, ni mis versos, ni mis intentos por abrazarte la última noche, pues el alcohol y mi desesperación al sentir no poder verte nublaban todos mis pasos, y deseaba demasiado estar a tu lado.
Y quisiera volver a empezar, y que volvieras a preguntarme mi nombre.
Y que me contases tu vida otra vez como aquel día…y volvería a decirte en la calle mientras te abrazaba, que ha sido un placer conocerte, y que pronto estaría a tu lado, ayudándote, abrazándote o cenando en tu casa, con una botella de vino de Oporto entre las manos.
Asturianos de Sanabria, mi pueblo paterno, se encuentra en una zona de robledales y suaves montañas.
La comarca de Sanabria, históricamente perteneciente al reino de Galicia, es culturalmente y geográficamente, tránsito entre Castilla, Portugal, León y Galicia, y se enclava entre montañas, ríos y un majestuoso lago, patrimonio natural de gran belleza.
Esta zona sin igual ha sabido guardar durante siglos sus tradiciones y modos de vida, que se configuran como sus signos de identidad.
Y hoy, sentado en mi humilde casa de pueblo, recuerdo muchas mañanas de domingo de mi infancia, y pienso en como algunas lunas marcan mi camino sin apenas darse cuenta. Y en la calle la niebla precipita sobre mi cabeza, y durante la noche, una eterna lluvia de estrellas.
Por eso desde aquí y junto al fuego, escribo, mientras pienso en mis antepasados de Asturias, y en una asturiana muy especial, luna serena y enigmática, brillante, preciosa…
Aunque sé que lo que hago, lejos de tener valor literario o poético, no es más que un cúmulo de sentimientos y sueños, de versos inversos e historias repetidas.
Menos de medio año hace que coincidimos junto a la barra de un bar, fruto de la casualidad, del destino, o quién sabe por que…
Cuando aquella noche, aquella luna iluminó a alguien como yo, me di cuenta de que me ofrecía algo que quizás necesitaba hace mucho tiempo. Porque esa luna sabía ver por debajo de mi coraza, y participar de mis miedos, pedirme ayuda o disfrutar de largas conversaciones.
Y yo lo pasaba mal porque le hacían daño, y le escuchaba, y le aconsejaba. Y me sentía triste al no estar a su lado, e intentaba ayudarle, sin esperar nada, porque simplemente compartíamos nuestra amistad.
Y al paso del tiempo sucedió algo bonito, de lo que creo nunca deberíamos arrepentirnos, y me ilusioné, y le escribía versos, y le cantaba canciones aunque no me oía, y soñaba despertarme a tu lado.
En esos días no podía creerme que todo pudiese ser tan bonito, pero aún así, tenía miedo al fracaso; por mi inoportunidad, por mi falta de fortuna, o por mi propia forma de ser, en la que mis miedos lo inundan todo y apenas valoro nada lo propio.
Y es que siempre he pensado que aparecí en este mundo para limpiar vuestras lágrimas, pero mi tristeza es eterna, e intento contagiarme de vuestra sonrisa.
Por eso, lunita, no quisiera que tuvieras en cuenta mis palabras desordenadas, ni mis versos, ni mis intentos por abrazarte la última noche, pues el alcohol y mi desesperación al sentir no poder verte nublaban todos mis pasos, y deseaba demasiado estar a tu lado.
Y quisiera volver a empezar, y que volvieras a preguntarme mi nombre.
Y que me contases tu vida otra vez como aquel día…y volvería a decirte en la calle mientras te abrazaba, que ha sido un placer conocerte, y que pronto estaría a tu lado, ayudándote, abrazándote o cenando en tu casa, con una botella de vino de Oporto entre las manos.
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