_ Te he soñado en un amanecer desvelado, tiritando de frío, divisando los espectros de la ciudad desde el cristal de tu ventana. Contando las horas del reloj, los minutos frenéticos, el silencio de la madrugada del Martes. Te he observado al discurrir por la Alameda, de regreso a la facultad, con tu música y tus libros, con ganas de reír y de morir. Con la sana intención de compartir estrofas de canciones y tardes divisando atardeceres en el parque. Te he tocado, y en el tacto de tu piel he practicado tres millones de caricias, un sinfín de introspecciones, y algún beso caprichoso. Te he admirado, y el iris sorprendente de tus ojos, he escrito una canción mientras llorabas. Te he sentido… y he soñado… _